sábado, 13 de abril de 2013

¿Porqué no invita la mujer?

 El código de la milonga tradicional dice que es el hombre, quien cabeceando, invita a la mujer. Ella opta por aceptar o rechazar la propuesta desde la distancia: en el primer caso, asintiendo y levantándose hacia la pista; en el segundo caso, desviando la mirada. Al final, el hombre elige, pero es la mujer quien decide. Empate.

 En Europa, esto no sucede tanto, ya que aquí normalmente el hombre se acerca a la mujer y directamente la invita. Con lo cual, si ambos quieren bailar, es perfecto. Sin embargo, si la mujer no quiere, el rechazo se convierte en una situación incómoda para las dos partes. El hombre queda tocado en su orgullo de todas todas porque se empeña en tomárselo como algo personal. La mujer se siente comprometida ya que puede que no quiera bailar con él o no le apetezca o esté cansada, y como rechazar la invitación no es plato de buen gusto, se ve obligada a decir que sí por compromiso o por miedo a que él se enfade, sobre todo si es alguien conocido. Hay mujeres que rechazan abiertamente, pero los hombres las critican y las mujeres las envidian. Saquen sus conclusiones.

 Cuando una mujer acepta una invitación por compromiso, ni ella disfruta ni creo que lo haga su pareja. Entonces, ¿porqué provocar situaciones de este tipo? Lo ideal sería que la mujer pudiera rechazar la invitación sin el hombre se lo tome como algo personal, o quizás otra solución sería que la mujer también invite para que estén ambos en condiciones iguales a la hora de sufrir un rechazo. Ahora bien, esta última opción tampoco les gusta a muchos hombres: no les gusta que les digan que no, pero tampoco que ellas inviten. ¡Mira que listos ellos! El día en que llegué a esta conclusión, un volcán llamado enfado entró en erupción, y esta milonguera que escribe empezó a formar parte del grupo de las envidiadas. He de confesar que no me gusta rechazar, pero que es algo que hay que hacer a veces, y como dice una buena amiga mía, libera.

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