domingo, 10 de noviembre de 2013

El camaleón

Estaba sentada observando la pista y de repente le vi. Hubiera sido imposible no verle porque realmente llamaba la atención por su postura, tanto como por su forma de bailar. Algún tipo de contorsionista parecía haberse escapado de un circo y haberse colado después en la milonga. Un caso realmente llamativo.

Iba totalmente torcido, invadiendo el espacio de ella, con lo cual la piba tenía que torcer todo su cuerpo para buscar un hueco que él no le permitía obtener debido a su rígido abrazo. Para colmo, él bailaba con la cabeza inclinada hacia adelante y hacia un lado, mientras ejercía una más que ligera presión sobre la cabeza de ella. Sufrí al ver la cara de ella y la miré espantada. De nuevo, esa comunicación tan especial existente entre milongueras se asomó por esa milonga y por primera vez a mi cara de asombro se le unieron ambas manos gesticulando un "piba, qué haces... cómo lo aguantas!". Pero ella siguió bailando y lo que es peor, se bancó la tanda entera. Qué malo es no saber poner límites.

Según iba observando la escena fui consciente de que mucha gente pone demasiado esfuerzo en mantener una postura que cree que es correcta, y llega a un punto de rigidez antinatural que adopta eternamente como postura de baile. Creo que sucede cuando la tensión es obvia al intentar hacer demasiado bien algo que no sale de forma natural y que cuesta al principio. Es con el tiempo, cuando los milongueros se llegan a relajar, cuando adoptan una postural natural y cómoda para su pareja de baile.

Me dio por observale cuando iba a la barra, después al baño y finalmente a sentarse en su mesa. Su postura era erguida, de lo más normal; su cabeza recta, no torcida ni hacia adelante; sus pasos eran constantes y naturales. ¿Qué sucedía?¿Acaso era un camaleón?¿Por qué entonces en la pista parecía un contorsionista tremendo, ridículo y caminando fuera de la pista era todo un señor elegante y natural? No lo entiendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario