domingo, 12 de enero de 2014

¿Deberían existir las milongas rosas?

Es increíble cómo mis seguidores me inspiran para escribir sobre nuevos temas, y me encanta que además aporten con su opinión y expongan así otros puntos de vista. Uno de ellos mencionó en una opinión las milongas rosas (de las que he escrito ya tres entradas: en mayo de 2013 "Milonga Rosa", en junio de ese mismo año "Y de repente una tanda rosa" y "La tanda rosa se pone de moda"), en las que son ellas y no ellos quienes invitan.

Él decía así: "en las tandas o milongas rosas jamás he visto a ningún hombre (exceptuando el profesor) que rechace la invitación a bailar de una mujer a pesar de que ésta lleve sólo una o dos clases de tango, huela mal, se deje caer sobre el hombre con todo el peso, bloquee el baile con un mal abrazo, etc...". Y tiene toda la razón del mundo. Yo tampoco. Otra cosas es que me parezca bien que ellos también se banquen a cualquiera.

Ahora bien, en toda mi vida de milonguera jamás he asistido a una milonga rosa y creo que no existen como tal, aunque una vez cada mil años se haga alguna para tener contentas a unas cuantas mujeres, y a hombres a los que les gusta que sean ellas quienes inviten. Fueron solo tres, ni una más ni una menos, las tandas rosas en las que yo he estado presente y eso que soy de las milongueras que no se pierden ni una. En estas circunstancias se entiende mejor el que no haya hombre alguno que rechace a una mujer en las tandas rosas, ya que al fin y al cabo, para una que hay, se bancan lo que sea. Me gustaría saber si todas las milongas fueran rosas, qué sucedería.

De todas formas la cuestión que quería plantear es otra: ¿deberían o no dejar de existir las milongas rosas... o las tandas rosas? En mi opinión, tanto las milongas rosas como las tandas rosas no tienen sentido alguno, ya que si se usa el cabeceo como medio de invitación, son ambos los que eligen y se acaba el problema: ellas mirando solo a los hombres con lo que quieren bailar, y ellos haciendo exactamente lo mismo, con lo cual, cuando coinciden, se produce la invitación de forma natural. Así, todos felices y contentos.

Hay gente a la que no le gusta el cabeceo, pero eso también lo entiendo. Tengo un amigo que me contaba que a él no le gustaba cuando era muy principiante porque no se enteraba de nada y porque ninguna mujer quería bailar con él. Admitía como buen bribón que es, que invitando él en persona, rara era la chica que rechazaba la invitación, porque se veía en un compromiso y no le quedaba otra que aceptar. Creo que como mi amigo en aquella época hay unos cuantos por ahí sueltos. Ahora mi amigo solo cabecea y reconoce que es el mejor sistema para realmente evitar compromisos, rechazos y situaciones poco agradables. Yo personalmente también soy del cabeceo, aunque muy de vez en cuando, y cuando es un amigo con el que tengo confianza, o un chico que es muy principiante y sospecho que puede no atreverse, soy yo quien invita directamente.

1 comentario:

  1. Hola, soy el fan tuyo que puso el comentario de las milongas rosas. Yo sí que he conocido una milonga rosa aunque no se llamaba así. Se produjo en Sabadell y se llamaba milonga “la revancha”.

    También he participado en milongas alternativas donde pueden sacar tanto chicos como chicas, no necesariamente a gente del sexo opuesto, y además te pueden sacar tanto en el rol de leader como de follower. Se puede considerar una milonga semirosácea porque la verdad es que a la hora de sacar llevaban más la iniciativa las mujeres. Estas milongas son muy divertidas e interesantes.

    Yo creo que el tema del cabeceo en la teoría es perfecto pero en España no llega a funcionar. No llega a funcionar porque en el momento en que unos pocos no siguen este sistema desaparecen todas sus ventajas. En España, al menos donde yo he bailado, ya sea por cultura o por simple impaciencia, mucha gente no quiere esperar a hacer/ver cabeceos, sino que tanto chicos como chicas, especialmente si son jóvenes, sacan directamente a quien le apetece cuando les apetece.

    A mí particularmente no me gusta el cabeceo a pesar de todas sus bondades. En primer lugar porque algunos días vengo con la vista cansada del trabajo y veo medio mal de lejos… y en segundo lugar porque de algún modo veo mucho más emocionante invitar directamente a las chicas a bailar ya que, aunque no suelen rechazar la invitación, en seguida se sabe si esperaban la invitación o no según el gesto que ponen. En el cabeceo el gesto queda un poco más difuso.

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