jueves, 9 de enero de 2014

Los cangrejos al río, por favor

Puede que vayas a una milonga ambientada a media luz, en un lugar acogedor, con suelo de madera, velitas, música maravillosa, pero luego en la pista de baile no existen los códigos de circulación: algo así como un partido de fútbol, pero sin árbitro.

He estado en más de una de esas milongas, aunque recuerdo una a la que fui con especial ilusión después de un gran periodo de ausencia en el tango. En ella recibí una invitación durante el segundo tango de una tanda, así que me levanté feliz mientras sonaba El Flete, tema que me encanta. Pero me desencanté tan pronto como pisé la pista porque por primera vez en mi vida de milonguera me golpearon incluso antes de empezar a bailar. Mi reacción fue apretar la mano o quizás clavarle también un poquito las uñas en la espalda al novato milonguero que tenía por pareja... ¡pobrecito! Eso sí, tras unos segundos de tensión, me relajé y comenzamos a circular por la pista.

No habíamos circulado ni dos metro cuando el milonguero que iba delante nuestro comenzó a caminar hacia atrás, como un cangrejo, con lo cual sucedió lo que suele suceder en estos casos: un accidente. De repente sentí un golpe seco y doloroso en la espalda, mientras me ponía rígida, se ausentaba mi respiración y mis uñas se clavaban una vez más en la espalda de mi pareja de baile, mientras él intentaba sin éxito esquivar el choque. El "cangrejo" nos miró con cara de pocos amigos, como si hubiésemos sido nosotros los que estábamos en medio de su camino estorbándole. Mientras, su pareja de baile se disculpaba: absurdo entre los absurdos. Mi compañero de baile lo miró como si fuera a estrangularlo, pero como hasta hoy las miradas no han conseguido matar a nadie, el cangrejo no se convirtió en cenizas ni antes, ni durante, ni después de terminar la tanda.

Observando he llegado a dos conclusiones: que aunque parece que son muchos los cangrejos que andan por la pista, en realidad suelen ser solo uno o dos, pero se mueven mucho y por eso parece que hay tantos; y que afortunadamente se suelen ir pronto a dormir, así que es cuestión de ser paciente hasta que la pista queda libre de ellos.

De todas formas aquel día todavía no se habían ido a dormir, ni yo había tomado todavía la sabia decisión de esperar a que se fueran, cuando más tarde y mientras bailaba un milonguero veterano, relajada, sumergida en otro mundo, de repente volví a sentir dos golpes más: uno en la parte superior de las piernas y otro en el brazo. Creo que en ese instante estuve a punto de perder las formas y montarle una bronca de campeonato al culpable, pero conseguí contenerme a tiempo. ¿Me puede explicar alguien cómo se puede recibir un golpe ahí, tan alto? Parecía que en lugar de en una milonga donde se reparten abrazos, aquello era un tatami en el que se repartía algún jepchu que otro. ¿Es que se han vuelto locos algunos?

2 comentarios:

  1. Te doy dos respuestas:
    No te agaches bailando si no quieres que te peguen ahi , alto... (broma...)
    La gente no se vuelve loca, simplemente no saben conducir.
    Tienes mucha gracia relatando.

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  2. Tendremos que empezar entonces a quitar puntos...! ;)

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