miércoles, 15 de enero de 2014

Loba, con disfraz de oveja

Una vez conocí a una chica alemana, simpática, de esas a las que nunca le faltaba la sonrisa. Invitaba siempre a los hombres, de forma directa, sin cabeceo. Para bien o para mal, al menos parecía conformarse con cualquiera, bailó con hombres muy distintos durante el rato que la observé.

Bastantes mujeres la miraban mal porque estando más mujeres que hombres, ella no pensaba en las demás e intentaba acaparar a todos (así me lo dio a entender una milonguera que la conocía bien). Alguna supongo que le tendría envidia por tener tal desparpajo, deseando ser como ella también. Pero otras como yo, indiferentes al principio, la terminamos mirando con fastidio y cara de pocos amigos. Os explicaré por qué: en su afán por invitar, a veces lo hacía a hombres que no estaban libres, sin aparentemente darse cuenta y sin tener en consideración a las demás.

Estaba yo sentada junto a una señora rubia de pelo corto cuando un hombre la invitó mediante el cabeceo. A continuación él se fue acercando para esperarla junto a la pista, mientras ella dejaba el abanico y la chaqueta para ir a su encuentro. Justo entonces ella vio espantada como la alemana lo interceptaba por el camino y con una especie de coqueteo, lo agarraba del brazo y se ponía a bailar con él. El hombre miró a la mujer rubia con cara de disculpa, como diciendo "tengo que bailar con ella por no hacerle el feo... perdona, luego vengo a por ti". De una historia similar fui testigo una vez más, también sin entender cómo ellos no le indicaban que no estaban disponibles y que ya habían invitado a alguien.

La tercera vez fui yo quien la sufrió, con un milonguero al que ella conocía y con una tanda maravillosa. He de reconocer que me dieron ganas de sacarle los ojos, especialmente porque con ese bailarín en cuestión no había bailado y le había estado buscando con la mirada casi toda la noche, con lo cual me costó bastante conseguir su invitación. Tras bailar con ella, vino a buscarme para la siguiente tanda, con la disculpa escrita en su cara. Era una tanda de milongas que no me gustaba y no me apetecía bailarla, así que rechacé su invitación. No volvió a invitarme, pero lo curioso es que tampoco me importó. A día de hoy he de reconocer que seguramente fue así porque en el fondo me molestó su comportamiento: ¿tan difícil es decir a una de estas mujeres "lo siento, ya tengo comprometida la tanda"?

En casi todos los entornos milongueros hay alguna loba de este tipo, suelen ser conocidas y ellas conocen a  todos los hombres de la milonga, aunque no es de extrañar, dado su proceder. Tampoco me sorprende que muchas otras milongueras las miren mal, la verdad es que es una actitud egoísta y muy molesta para el resto. Lo que todavía no tengo claro es de si este tipo de mujeres son niñas caprichosas disfrazadas de mujeres adultas, o lobas disfrazadas de ovejitas... o realmente de verdad no se dan cuenta, que también puede ser, claro.

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