jueves, 26 de diciembre de 2013

Segundo plato

Aquella milonga consistía en una gran pista de baile con mesas y sillas alrededor de la misma, tan pegadas a la pared que solo permitían el paso por delante de ellas, aún así estaban preciosas con sus velas de colores encima, ambientando el lugar. Como casi siempre, había un puñado de milongueros y un montón de milongueras que aparecían de la nada. La exagerada proporción era de un milonguero por cada cuatro o cinco milongueras.

Visto el panorama, me quedó claro que esa noche iba a ser la típica en la que te sientas con amigas y te pones al día, tomas algo, y te dedicas a mirar zapatos y vestidos, prometiéndote a ti misma que no vas a pecar comprando algo que no necesitas. El caso es que siempre hay una falda que necesita zapatos a juego o unos zapatos a los que les va de maravilla una falda carísima que acabas de ver... ¡qué perdición!

Esa vez me contuve y no pequé, así que me senté junto a mis amigas. Allí estábamos tranquilamente cuando se acercó un milonguero a invitar a una de nosotras. No sabíamos a cual porque estábamos todas en línea, así que esperamos a que se acercara. A continuación se puso delante de una de mis amigas, le sonrió y le extendió una mano al tiempo que se inclinaba un poco hacia ella, algo así como las reverencias esas que aparecen en las películas, las de época. Fue algo exagerado y bastante gracioso, por lo que tuve que contener la risa. Sin embargo esta se esfumó en cuanto mi amiga rechazó la invitación de este milonguero y acto seguido optó por la siguiente en la línea, es decir, yo. Lo miré, le di las gracias y le rechacé. He de confesar que de haber sido su primera elección puede que hubiera aceptado, pero lo siento: yo no soy segundo plato para nadie.

Creo que es de mal gusto hacer sentir a una mujer que ella es la segunda opción. Puede que lo sea, pero el milonguero en cuestión debería tener algo más de tacto y no invitar justo inmediatamente después de haber sido rechazado por otra, y menos aún cuando esto ha sucedido delante de las narices del "segundo plato" en cuestión.

Para que los hombres que no terminan de entender esto quiero que os imagineis otra situación. Invitas a una mujer y ella te rechaza porque esa tanda la prefiere bailar con otro hombre. Ves que ella le va a buscar pero no tiene suerte ya que otra mujer se le adelanta y le invita antes. Ella decide regresar a tu lado, te mira y te invita. Es evidente que eres su segunda opción. ¿Cómo te sientes?¿Le dices algo y luego aceptas... o no?¿Rechazas directamente la invitación?

En ambos casos hay una falta de tacto que puede hacer sentir mal a alguien, aunque se den con la mejor de las intenciones. Todos hemos observado alguna vez a un milonguero que se acerca a una mujer, la invita, y ella le rechaza. Justo inmediatamente después se acerca otro milonguero a invitarla y ella acepta. Más de lo mismo, solo que en este caso la escandalosa falta de tacto roza lo cruel. ¿Realmente es necesario esto?

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