viernes, 27 de febrero de 2015

Aprendiendo de milonguera: cuando una escucha y sigue consejos (PARTE VII)

Pero la teoría suele ser muy bonita: la práctica, otra cosa bien distinta. Así que de vez en cuando cometo errores, como todas, y como me siento mal o no quiero que alguien se enfade por rechazar una invitación suya, termino bailando con él, aunque sin ganas. No debería hacerlo, y menos aún con esos milongueros que tras mirarte un montón de veces y tú desviar la mirada (porque evidentemente no quieres bailar con ellos), se acercan medio molestos diciendo que no miras, y te plantan una invitación directa.

Es cierto que yo parezco despistada y hablo mucho.. y lo soy, pero también es cierto que soy muy consciente de los intentos de cabeceo alrededor, que en un 90% de las veces no es porque no los vea (soy mujer, puedo hacer varias cosas a la vez.. ;-)) sino que las ignoro porque no quiero bailar con ellos, por muy bien que ellos se crean que bailan.

Pero ellos también cometen errores exactamente igual. A ellos también les sucede, cuando una mujer les hace una invitación directa y se ven "obligados" a aceptar. Luego terminan con dolor de espalda por las mujeres que se cuelgan de ellos, o agotados, enfadados y desganados. Nos pasa tanto a las mujeres como a los hombres, así que no se trata de sexos, sino de consideración de una persona hacia otra y de saber encajar que a todo el mundo no le gusta bailar con todo el mundo y que no pasa nada.

Sinceramente, en las ocasiones en las que he aceptado invitaciones por compromiso, soy infeliz bailando, cuento los minutos para que acabe la tanda, mientras miro quien está sentado alrededor de la pista: es algo así como un lunes, en el que cuentas los días que quedan para el fin de semana. Mis movimientos se vuelven más torpes por la falta de interés, quizás porque hay una parte inconsciente -o no tanto-, que me hace bailar mal para disminuir así las posibilidades de que a invitación se repita. Es triste tener que llegar a eso, pero es parte del aprendizaje de la milonga.

Es una pena que alguien tenga que aceptar una tanda por compromiso porque ni la persona que invita ni la que acepta, disfruta. Yo, cuando he aceptado la invitación no deseada, lo quiera o no, muchas veces he terminado estropeándole la tanda al milonguero que me ha invitado, aunque su intención haya sido la mejor. Y eso no es justo porque definitivamente merece bailar con alguien que esté deseando bailar con él y que realmente se entregue a su abrazo, y yo merezco lo mismo. Por esa razón creo que es mejor rechazar una invitación no deseada que aceptarla... lo difícil es tener el valor de decir "no".

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