sábado, 21 de febrero de 2015

Aprendiendo de milonguera: cuando recordé que bailo para disfrutar (PARTE V)

Y empecé a disfrutar bailando. Tanto, que me olvidé de seguir perfeccionando mi técnica. Al no tener pareja fija para las clases grupales, dejé de ir y decidí tomar solo clases de técnica individual y alguna clase privada, que creía que eran más provechosas para mi. Pero de intenciones no se vive, ni se aprende. Y yo, encima, en lugar de ir a clases, me dediqué solo a ir a milonguear.

Fue milongueando precisamente cuando me di cuenta de mi error y de lo importante que es tomar clases. Fui consciente de que cuanto más aprendo, técnicamente hablando, más disfruto porque puedo bailar con mejores bailarines, aunque claro está, se va reduciendo el número de ellos por pura lógica: al principio todos son mejores que tú, disfrutas con todos; vas aprendiento y dejando atrás a algunos, con los que ya no te diviertes tanto bailando y por tanto, tus opciones disminuyen.

Así que volví a tomar alguna clase, solo alguna. Volví al punto cero del tango: aprender a caminar. No me refiero tan solo a pasar de dar un paso y hacer pausa después, a conseguir una continuidad en el movimiento, tal y como las palabras forman una frase, sino a cómo pisar.

Más segura en esos pasos que daba, el empezar a jugar con la música y sus pausas surgió por sí solo, poco a poco, cuando conseguía bailar con un chico que a parte de la música, escuchaba a su pareja. Hoy en día es algo que me encanta y confieso que me gusta bailar con chicos que escuchan la música y les gusta jugar con ella. Cuando experimenté por primera vez esa clase de comunicación, era lo que empecé a buscar en mis parejas de baile. Llegó un punto en el que empecé a preferir el estar sentada observando la pista e imaginar, que bailar con alguien que no me hiciera disfrutar. Fue una etapa corta.

Pero es entonces donde la milonga comenzó a tener un sentido más social para mi: siempre lo tuvo, pero de distinta manera. Con social no me refiero a bailar con todo el mundo, sino a juntarme con mis amigos en la milonga a tomar una cerveza, charlar y bailar, en lugar de hacerlo en un bar.

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