martes, 24 de febrero de 2015

Aprendiendo de milonguera: de copitas en la milonga (PARTE VI)

No se si fueron las copitas que tomaba entre milongas, o el hecho de conseguir una estabilidad total en mi vida personal y de ser feliz cada instante de mi existencia, pero mi forma de bailar cambió. Milonguear y las clases de técnica individual a las que empecé a asistir de vez en cuando, seguro que también tuvieron mucho que ver con ello.

Empecé a aplicar ciertos consejos que me habían dado. Por ejemplo el de una buena amiga que siempre se ha empeñado en que aprenda a rechazar invitaciones, cosa que me ha costado una barbaridad por ese sentimiento de culpa o malestar que nos invade cuando decimos la palabra "no". Además, hay gente que no lo comprende o no quiere comprenderlo. Creo que es necesario poner límites también en el tango, tal y como lo hacemos en la vida real, por muy difícil que sea. La milonga es un lugar al que vamos todos a divertirnos, ambos en la pareja, así que si el que se divierte es uno solo, no vale. También hay que tener en cuenta que disfrutar en la milonga no implica lo mismo para unos que para otros. Para mi es conectar con alguien, fundirme en un abrazo agradable y jugar con la música, pero además es también mi vía de escape, el momento de disfrute más intenso, es algo interno, que me da paz. Para otra gente es una forma de divertirse, de interactuar con otros mientras bailan, mientras hacen ejercicio. Hay una diferencia y por eso me gusta bailar con aquellos para los que lo sienten como yo o parecido.

El otro consejo que seguí venía de un amigo. Él me decía que no le gustaba bailar con mujeres que no querían bailar con él, que prefería que ellas le rechazaran. Y fue eso lo que me aconsejó: no levantarme de la silla si no voy a poner el corazón en el baile. Esto implica rechazar invitaciones cuando suena una tanda que no me gusta, o estoy cansada, o la invitación viene de un bailarín con el que no me apetece bailar una orquesta determinada porque prefiero bailarla con otro, o por la razón que sea. A veces, también es porque simplemente no me gusta bailar con él y punto. Seguro que mi amigo era sincero y lo suficiente maduro como aceptar esa realidad de poder ser rechazado y no enfadarse. Sin embargo, hay mucho ego engrandecido o falta de madurez y son muchos los que se enfadan. Los amigos suelen comprender, los conocidos tienen expectativas y no comprenden o no quieren hacerlo.

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